lunes, 11 de marzo de 2013

Pieles y envolventes arquitectónicas (II): Un muro cortina en el Londres isabelino. La casa de Paul Pindar.



El concepto de piel o de envolvente aplicada a la arquitectura se ha convertido en uno de los pilares básicos del proyectos moderno. Con la proclamación de los cinco puntos de la nueva arquitectura, Le Corbusier sanciona la separación compositiva entre planta y alzado, que se verá reforzada con el desarrollo tecnológico de los muros cortina. De esta forma la fachada pierde su función portante y se subordina a una superestructura mayor a la que se ancla o de la que cuelga.

Los cinco principios de Le Corbusier, enunciados en "Hacia una Arquitectura" en 1923, se complementan con los cuatro métodos de composición y suponen el origen de la fachada libre y los muros-cortina.

Además de la libertad compositiva, el muro cortina también permitió un abaratamiento de costes, al recurrir a elementos prefabricados que se ensamblan en obra. El muro cortina permite el paso de una construcción cuasi artesanal (el ladrillo se coloca uno a uno) a un montaje mecanizado que regulariza la composición. Aunque el vidrio es el material que se asocia inmediatamente a este tipo constructivo, también hay muros cortina de otros materiales, como piedra o acero, si bien estos últimos suelen usarse más como última capa del cerramiento que como muro propiamente dicho.

En “¿Quién teme al Bauhaus feroz? El arquitecto como mandarín” (Anagrama, 1982. Original inglés: From Bauhaus to our house) Tom Wolfe se mofaba de esos grandes muros de vidrio de los rascacielos de Nueva York que prácticamente impedían cualquier distribución mobiliaria y acababan revestidos interiormente de cortinas y composiciones clásicas. Para Wolfe esto supone un irónico contraste entre la alta tecnología requerida para la construcción del edificio y la atemporalidad que el decorador le concedía al dotarlo de un entorno clásico. De hecho, parece como si Wofe sintiera añoranza por las artesanías y la construcción artesanal (y que no pueden competir con la tremenda rebaja de costes que supone la arquitectura moderna), cuando en realidad es posible encontrar ejemplos históricos tecnológicamente similares al muro cortina y que aportan una respuesta compositivamente clásica al problema de una fachada independiente de la estructura. Estos ejemplos son anteriores a las soluciones planteadas por los arquitectos de la Escuela de Chicago (antecedente directo de esta tipología constructiva) y se vinculan con las construcciones de entramado de madera del norte de Europa. La fachada de la casa de Paul Pindar, conservada en el Mmuseo Victoria y Alberto de Londres, es un ejemplo magnífico de cómo desde la tradición se puede conseguir dar respuesta a un requisito aparentemente capitalizado por la Modernidad.

La vivienda fue construida a finales del siglo XVI para Paul Pindar (1656-1650), un próspero comerciante de la época que llegó a ser embajador en el Imperio Otomano. Pindar adquirió varias viviendas en Bishopgate extramuros, un sector al este de la ciudad amurallada, y las adaptó para crear un gran complejo residencial de tres plantas en cuyo centro se levantaba una imponente estructura de madera a modo de mirador de planta mixtilínea, de dos niveles superpuestos que sobresalen de la fachada. El cuerpo curvo central del mirador entronca con la tradición de residencia aristocrática inglesa y confiere majestuosidad al conjunto.

Tras la muerte de Paul Pindar, su vivienda fue subdivida y arrendada a terceros durante casi tres siglos, hasta que en 1890 la propiedad fue demolida para dejar espacio a la nueva estación de la Calle Liverpool. La singularidad de la fachada, considerada una rareza arquitectónica, motivó su conservación y traslado al Museo Victoria y Alberto, donde permanece desde entonces.

La fachada en su emplazamiento original, h. 1880. Fuente: Wikimedia Commons.

Uno de los propósitos fundacionales del Museo Victoria y Alberto era el de recopilar y exponer ejemplos de las mejores manufacturas y tecnologías con el fin de formar el gusto del público y los futuros profesionales. Las secciones de arquitectura fueron muy populares en sus primeros años, pero su importancia fue decayendo a medida que el museo mutaba su interés didáctico al meramente expositivo de artes decorativas. Si observamos la fachada de la casa de Paul Pindar desde esta doble óptica, no sólo nos encontramos ante un objeto maravilloso que satisface nuestra curiosidad, sino ante una lección práctica de arquitectura de la cual los arquitectos podemos sacar provecho como proyectistas, pues España cuenta con una amplia tradición de construcciones con entramado de madera que ha demostrado gran eficiencia y adaptabilidad a los condicionantes materiales del entorno. Estas construcciones son muy similares en cuanto a tectónica a las estructuras británicas tradicionales con dicho material.

Levantamiento de la fachada. Fuente: Museo Victoria y Alberto. 

En un momento en que las estructuras de madera vuelven a tener interés bajo la luz de la sostenibilidad, el procedimiento empleado en la construcción de esta fachada cobra nueva actualidad: las piezas que la componen fueron realizadas en un taller de carpintería para ser ensambladas in situ, siguiendo un proceso muy similar al que siguen hoy las compañías especializadas. La única diferencia es la progresiva mecanización que reduce el esfuerzo necesario, pero los parámetros de diseño podrían seguir perfectamente vigentes toda vez que las formas resultantes provienen de las necesidades constructivas del proceso de ensamblaje así como la propia naturaleza del material. A diferencia del orden dórico, que surge de las primitivas construcciones en madera, la composición de esta fachada hace el camino inverso y supone una vuelta del clasicismo a su material primigenio.

La casa de Paul Pindar nos demuestra que es posible llegar a resultados exactamente iguales a los obtenidos por la modernidad con los muros cortina, empleando un material y un diseño proyectual basado en uno de los conceptos más sostenibles: la tradición y su adaptabilidad al medio.


 La fachada antes y después de la restauración. Aunque ahora es posible apreciar mejor las uniones de las diferentes piezas que la componen, el estado anterior permitía una mejor comprensión volumétrica del elemento. Fuente: Museo Victoria y Alberto. 

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