domingo, 11 de octubre de 2009

Un alma para el espacio litúrgico (IV)


UN FENÓMENO SIN PRECEDENTES

Se puede hablar de iglesias feas ya desde los primeros experimentos del Movimiento Litúrgico, nacido en la primera mitad del siglo XIX en la abadía benedictina de Solesmes. ¿Simple coincidencia?

Se ha dicho que la Iglesia interrumpió el diálogo con los artistas desde hace por lo menos dos siglos. Si se considera debidamente, semejante afirmación no convence, ya que el Movimiento Litúrgico dio origen desde su iniciación a la búsqueda de nuovas formas artísticas. El problema es que lo hizo en nombre de un igualitarismo exagerado, elaborando una concepción de “espacio universal”, donde todos los partecipantes y todos los lugares de la acción ritual tienen el mismo peso, que precede con gran anticipación a las reflexiones de Hammond. El teólogo Romano Guardini (1885-1968) tuvo un continuo y fecundo intercambio de ideas con Rudolf Schwarz (1897-1961), es decir con un refinado arquitecto y pensador católico (1). Y sin embargo las iglesias de Schwarz son desoladoras cajas de cemento, glaciales como la punta de un iceberg que revela la presencia de un corpulento pensamiento racionalista (2).

Rudolf Schwarz. Iglesia de S. Fronleichman. Aquisgrán (Alemania), 1930

Jamás ocurrió en el pasado que la arquitectura sacra fuese fruto del encuentro de liturgistas temerarios, cuyas legítimas aspiraciones a una mejor participación de los fieles superasen el límite de la ortodoxia, con artistas que no logran prescindir del uso de lenguajes típicos de un mundo secularizado. Hasta el siglo XIX se registró en al arquitectura para el culto una relación permanente entre la evolución homogénea del dogma, la fe viva de los constructores y su capacidad constructiva (desarrollada en el cauce de una cultura realista). Y las iglesias eran ejemplos a menudo no superados de belleza, que resisitieron las pruebas del tiempo.

En la primera etapa de la difusión del cristianismo, se pasó de las domus ecclesiae a las iglesias sirias (inspiradas en el modelo de la sinagoga) y a las basílicas romanas. Se perfeccionaron algunos tipos muy claros en su distribución (área de los catecumenos, lugares del bautismo, de la palabra, de la eucaristía, cátedra,...) y adecuados para el dinamismo de la acción litúrgica. Al parecer, los fieles se movían mucho durante la celebración: hombres y mujeres entraban por distintas puertas, se ubicaban en torno a los ambones, luego se alejaban hacia el altar, giraban hacia el oriente durante la consagración, etc.

En correspondencia con la vivacidad de la liturgia, había una gran libertad creativa, más allá de cuanto sea dado comprender a quien hoy visite los monumentos paleocristianos o bizantinos, alterados por el uso más reciente o las restauraciones (3). Los primeros cristianos tenían conciencia profunda del llamado universal a la santidad, que se debilitó con la gran evangelización masiva de los bárbaros. Su fidelidad al mensaje evangélico constituía el fundamento sólido de la libertad de espíritu con la cual modelaban el espacio físico, empleaban las artes figurativas, componían la música, etc.

La liturgia conserva el impulso creativo también en los siglos del románico y el gótico. Mientras la Iglesia no tuvo el problema de enfrentar los graves errores doctrinales de los protestantes, la variedad de expresiones de la acción litúrgica fue sumamente amplia. Únicamente a partir del Concilio di Trento se restringió la celebración dentro de formas muy rígidas, justificadas por la necesidad pastoral de defender la recta doctrina. Era necesario especialmente destacar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Borromeo refrenó con prescripciones minuciosas la búsqueda de soluciones nuevas que permitiesen seguir considerando a la liturgia una especie de obra de arte total (4).

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(1) No era un diletante de arquitectura sacra, como demostró serlo Richard Meier en la “iglesia del dos mil”, en Roma, que costó más de 15 millones de euros.
Richard Meier. Iglesia del Jubileo. Roma, 2000

(2) Rudolf Schwarz, Costruire la chiesa. Il senso liturgico nell'architettura sacra, Morcelliana, Brescia 1999. El modelo de proyecto de la “catedral de todos los tiempos” propuesto en el libro se basa en una cristología algo dudosa.
(3) Es muy dificil restablecer una hipotética sistematización original en las iglesias antiguas, porque las adecuaciones litúrgicas introducidas en el curso de los siglos han sido a veces brutales. Se han dispersado partes de ambones de sutil valor simbólico (el ambón no era un simple atril, sino el sepulcro vacío desde donde se anunciaba la Resurrección). Más recientemente se han desmembrado altares del Santísimo Sacramento de espléndido trabajo artesanal.
(4) Caroli Borromei, Instructionum fabricæ et supellectilis ecclesiasticæ libri II (1577).

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