domingo, 31 de agosto de 2008

Conversaciones en torno al clasicismo (VI)

¿Por qué no tuvo éxito la Carta de Atenas?
Las causas del fracaso de la carta de Atenas hay que buscarlas en su incapacidad para adaptarse de forma eficiente a la realidad del momento. 

Si bien las primeras propuestas "experimentales" funcionaron a corto plazo, pronto se revelaron insuficientes cuando se aplicaron de forma masiva. Es decir, los principios rectores de la carta de Atenas sólo funcionan en el caso de existir la utópica sociedad moderna que se esconde tras sus propios principios. 

Yo señalaría como causas más relvantes de su fracaso las siguientes:
- Considerar la ciudad y la vivienda como una máquina, atendiendo estrictamente a aspectos funcionales, maquinistas y fisiológicos. Esto a la larga acaba provocando la alienación de los usuarios de esos entornos, ya que los lugares que se generan son tan fríos y rígidos como las máquinas en las que se inspiran.
- Las propuestas derivadas de la carta de Atenas son, como ya deciamos antes, plenamente efectivas en el supuesto de existir la sociedad para la que estaban proyectadas. A ojos de la realidad del momento, esas propuestas parecían demasiado inocentes y candorosas, y en ocasiones fueron usadas hasta la saciedad y desvirtuadas por especuladores que buscaban el beneficio rápido. Aprovechando los principios de puerza ornamental y funcionalismo de la carta de Atenas y el Movimiento Moderno en general, se construyeron inmensas barriadas mal equipadas que con el paso del tiempo se convirtieron en focos de marginalidad y delincuencia, como fue el caso de Pruitt Igoe.


- Por último, la "época dorada" de la carta de Atenas son los años de experimentación que precedieron a la segunda guerra Mundial, y sobre todo la época de la reconstrucción de Europa y el espectacular crecimiento Norteamericano tras la misma. La necesidad de dar una vivienda digna a miles de personas que la habían perdido por la guerra o habían emigrado a las ciudades tras la misma fue una de las razones principales por las que se prefirió seguir los principios de la carta de Atenas antes que los del urbanismo decimonónico. En este sentido la carta de Atenas fue capaz de satisfacer unas mínimas necesidades higienistas que mejoraron la calidad de vida de la clase obrera europea. Sin embargo, esta reconstrucción tras la guerra se hizo sobre los restos de ciudades históricas y entornos tradicionales, por lo que grandes masas de población vieron cómo perdían la esencia de sus lugares de origen a favor de un urbanismo aséptico que si bien les daba más confort funcional e higiénico, les privaba de la tradicional convivencia vecinal. Todo esto degeneró en una rápida degradación de estos entornos urbanos, que no eran cuidados al no ser reconocidos como espacio público de la comunidad.

Como conclusión podemos decir que la carta de Atenas fracasa por no ser capaz de crear entornos urbanos generadores de vida pública. La mejora de las condiciones de habitabilidad de las viviendas, así como la gran concentración de población de diversas procedencias, iniciaron un proceso de introspección y aislamiento hacia el interior de la vivienda en detrimento de la vida pública. Y sin vida pública que use, respete y conserve el espacio público, la carta de Atenas simplemente deja de tener sentido.

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