viernes, 25 de julio de 2008

La Escuela de Chicago y la Tradición Clásica Norteamericana

Para los americanos la escuela de Chicago supone su primera gran tradición arquitectónica. Es cierto que para el resto del mundo es un gran referente tanto por us urbanismo como por ser la primera en preocuparse por los rascacielos.La escuela de Chicago surge a finales del siglo XIX, metida de lleno en la crisis de los eclecticismos arquitectónicos de la que no se recuperó Europa hasta la Primera Guerra Mundial. Por tanto, lo que quiero decir con esto es que mientras que en Europa se puede mirar atrás y contemplar 2000 años de tradición, con todos sus experimentos y errores, en Estados Unidos sólo tienen una perspectiva de apenas 150 años, además de que muchos de esos edificios fueron demolidos en la primera mitad del siglo XX para dar cabida a otros que los sobrepasaron en volumen y excesos eclécticos.

El movimiento moderno surge en Europa tras la Primera Guerra Mundial y no llega a EEUU hasta los años 30 con la exposición del Estilo Internacional (1932) de Hitchcock y Johnson, desde la cual intentan fomentar estos principios pero sólo como una corriente arquitectónica más (de ahí lo de "estilo", frente al europeo "movimiento"). No es hasta finales de los años 30 cuando los Europeos, presionados por los totalitarismos (alemán, italiano y ruso) emigran hacia américa donde los divulgadores del Estilo Internacional los reciben con los brazos abiertos. (Nótese que F. L. Wright fue puesto a margen de todo esto por no considerarlo lo suficientemente moderno, a pesar de la casa de la cascada -1935- y a pesar de los edificios para la compañía Johnson -1936-, posteriores a la exposición, por cierto).

Y estos arquitectos modernos rompen completamente con el modo de hacer Americano. Estados Unidos, sumido en la Gran Depresión posterior al crack de 1929 ve con buenos ojos esta economía arquitectónica del New Deal y la asocia para siempre con su modo de vida. En la década de 1950 ya habrá una tradición moderna americana, en parte fomentada por los profesionales europeos emigrados, en parte fomentada desde el propio gobierno, pero completamente alejada de los ideales sociales del Movimiento Moderno. Es una arquitectura completamente estética, sin preocupaciones ni compromisos. Por eso no hubo problema, como sí lo hubo en Europa, para que ésta fuese degenerando hacia una cultura más pop que fue la que recogió Venturi con sus patos y cajas decoradas.

La escuela de Chicago es por sí sola una tradición propia. Los arquitectos de esa época se formaron en el neoclasicismo empírico de Durand y Schinkel pero tuvieron que ir más allá al darse cuenta de que las necesidades en Estados Unidos eran diferentes a las Europeas (se necesitaba construir más y más rápido que en Europa, donde siempre se podía echar mano de las preexistencias).

Precisamente porque la cultura de Estados Unidos es un crisol de culturas, se ha apropiado de todas ellas para fundir una propia, como de hecho pasó con el Movimiento Moderno, reconvertido en Estilo Internacional, y la crisis de la Modernidad, reconvertida en Posmodernidad. El hecho de que todo esto ocurriera en tan poco tiempo se debe en primer lugar al trasvase de arquitectos hacia allí durante los años 30 y 40 y a la superioridad económica que tuvo este país tras la Segunda Guerra Mundial, lo cual llevó a autoconsiderarse como abanderado de la Modernidad (como un estilo más) y a difundir por la destruida Europa su propia versión de la misma, que allí fue recibida con los brazos abiertos como el maná caido del cielo de la tierra de las libertades que les había liberado del fascismo.

El bloque socialista siguió desarrollando el denominado "clasicismo soviético" hasta los cambios post-stalinistas de la década de los 50 y 60, cuando la modernidad entró como lavado de cara del régimen y panacea económica.

Conversaciones en torno al clasicismo (IV)

Hoy en día se construye como hace miles de años. Arquitectos como Mario Botta dan una relectura moderna a los antiguos cánones de construcción. Edificios públicos suelen ir ligados con esta clase de arquitectura y ciertos elementos como columnas se suelen meter con mayor o menor acierto en las construcciones modernas.


Hoy no se construye como hace miles de años... sencillamente porque hay técnicas que se han vuelto obsoletas, o simplemente han desaparecido barridas por la revolución industrial. Es cierto que aún quedan vestigios vivos de las técnicas constructivas tradicionales, pero para nada están emparentados con las corrientes de arquitectura contemporáneas (a menos que algún arquitecto las quiera introducir con calzador en su obra).

Sin embargo, me parece interesante el tema de la relectura del pasado que hace la posmodernidad, ya que es el punto de partida para lo que podriamos denominar un neoclasicismo canónico. Este neoclasicismo canónico surge como una ruptura total con los planteamientos tanto de la modernidad como de la posmodernidad y retoma la tradición clásica ilustrada o en todo caso prerromántica. Se trata de devolver al clasicismo la dignidad perdidad (por él mismo hasta la Primera Guerra Mundial) y arrebatada (por el movimiento moderno y la posmodernidad a lo largo del siglo XX).

Conversaciones en torno al clasicismo (III)

¿El eclecticismo del arte es lo mismo que el eclecticismo de la arquitectura?

Por “eclecticismo del arte” entendemos el resto de las expresiones artísticas: pintura, escultura, música y literatura. Y por los matices, la libre combinación de elementos del pasado.

La respuesta es no. El resto e las expresiones artísticas siguieron caminos muy diferentes. El Romanticismo abrió nuevas puertas de expresión a los artistas, quienes por otro lado pasan de ser súbditos de un mecenas a ser completamente autónomos en sus creaciones y encargos, lo que redunda en mayor libertad de expresión. La Arquitectura, por estar sujeta a las exigencias de un cliente de forma más implícita que las anteriores, deberá seguir el camino que dicte el mercado.

En pintura, tras varias décadas de academicismo y clasicismo pictórico, se abren nuevos caminos con el realismo, naturalismo o impresionismo. No obstante, hay un conato de “pintura ecléctica” con los prerrafaelistas, que intentaban recuperar la esencia de la pintura anterior a Rafael Sanzio (más bien debería considerarse un historicismo en el sentido de una casi reconstrucción arqueológica de la pintura).

Con la escultura pasa igual. A partir de 1840 se trasciende el academicismo y nacen nuevas formas de expresión. De todas formas, el clasicismo escultórico no desaparece, ya que es la base sobre la que parten las nuevas experiencias.

En música y literatura la diferencia entre uan época y otra es mayor aún. Se pasa de la música galante y cortesana del siglo XVIII a otra más expresiva de las sensaciones e inquietudes del compositor. Y en literatura hay una transición de la reglamentada y moralista estética del XVIII a todo un nuevo mundo de sensaciones que hay que plasmar. En ambas expresiones artísticas es donde se aprecian mejor los cambios del siglo XIX, ya que por así decirlo, son los modos de expresión más personalistas.

A pesar de todos estos cambios e innovaciones, la mentalidad de los artistas sigue teniendo muy clara las preexistencias y antecedentes. Todos los grandes artistas y literatos del siglo XIX tenían una amplia formación clásica de la que parten para sus creaciones. Unos seguiran el mismo camino que sus maestros, otros intentarán innovar teniéndolos en cuenta y otros los obviarán y negarán, pero el espíritu de la Antigüedad y la Ilustración les acompaña de forma permanente.

Conversaciones en torno al clasicismo (II)

No se porqué el clasicismo contemporáneo podría triunfar en una sociedad que abocó por el fracaso del clasicismo clásico y el Movimiento Moderno

El fracaso del Movimiento Moderno y el Clasicismo “Clásico” estriba en el abuso que se hizo de los mismos.

El primero quedó desacreditado al ser incapaz de dar forma arquitectónica a las aspiraciones de la sociedad, además de sucumbir ante la especulación, que vio esa arquitectura limpia y pura como maná llovido del cielo para el ahorro de materiales y calidades.

El segundo, además de agotado hasta la saciedad por una burguesía que buscaba la ostentación por encima de todo, fue empleado como icono por los regímenes totalitarios del siglo XX, tanto solialistas -recordemos el clasicismo staliniano o soviético-, fascistas -Alemania con Albert Speer y España con el “Estilo Imperial Español”, o las muchas dictaduras militares que se han servido de las formas clásicas para hacer gala de su poder.

La posibilidad de su planeamiento es real. Es decir, hay un amplio grupo de arquitectos con esos intereses, sociedades como INTBAU (bajo el patrocinio del Príncipe de Gales) o GEORGIAN GROUP, y premios como el Richard H. Driehaus, que fomentan y divulgan esa arquitectura.

El de estas propuestas depende primero del cristal y el contexto desde el que se mire, además de la manitud del proyecto. Suelen ser propuestas de edificios exentos, insertados en conjuntos históricos o parajes naturales, obras de pequeño y medio porte.

Hay que tener en cuenta que las zonas de difusión de esta arquitectura (fundamentalmente el ámbito Anglosajón: Estados Unidos y la Commonwealth), son especialmente receptivas a este tipo de arquitectura, pues el Movimiento Moderno llegó allí bajo la forma del Estilo Internacional ó como Plan de Emergencia para la Restauración después de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, vivieron la experiencia de la Modernidad bien como una moda más, bien como una necesidad impuesta, de forma que siempre estuvieron mirando la tradición anterior como algo a lo que volver. (Algo parecido pasa en Alemania, pero las implicaciones políticas que allí sigue teniendo el clasicismo -militarismo prusiano y nacionalsocialismo, desencadenantes ambos de las dos Guerras Mundiales)

miércoles, 23 de julio de 2008

Una película sobre un arquitecto: El manantial



Este es el título de una película de 1949, con King Vidar como director y Gary Cooper Patricia Neal como protagonistas principales. Narra la vida Howard Roak, de un joven y brillante arquitecto que empieza su carrera en Nueva York; firmemente convencido en los principios de la modernidad (modernidad reducida, como no podría ser de otro modo en Estados Unidos, al Estilo Internacional) se encuentra con el rechazo de una sociedad que sigue mirando hacia el pasado y pretende revestir la modernidad de clichés antiguos. El arquitecto, indignado ante lo que considera un ataque a su creatividad, prefiere marcharse de la ciudad y emplearse como cantero. Allí inicia una historia de amor con una rica hacendada tan rebelde como él, aunque ella desconoce su pasado como brillante arquitecto y lo considera un simple obrero.

Con el tiempo llega nuevamente la oportunidad al arquitecto y puede construir un atrevido edificio que pronto será objeto de la ira de una revista amarilla, “The Banner”. Varios son los intereses que se unen para lograr su caída: sectores tradicionalistas contrarios a la estética del estilo internacional, periodistas de “The Banner” que emplean la demagogia para hundir al arquitecto y finalmente otros arquitectos que firman en masa un alegato contra él, movidos por el recelo que la brillantez provoca sobre la mediocridad. El arquitecto ve hundirse nuevamente su carrera y debe recurrir a encargos pequeños para resurgir, cosa que no le importa, pues, en sus propias palabras: “no me importa que proyecto hacer siempre y cuando sea mi arquitectura la que se haga”. En su tercer triunfo se reencuentra con la chica altiva que conoció en las canteras, pero la historia ha cambiado y ella está casada con el director de “The Banner”, quien ha acabado por admirar al arquitecto e incluso le ha encargado su casa de campo. El arquitecto es ahora admirado por todos, aunque sigue encontrándose con clientes reacios a su estética, que él defiende por encima de todo.

En un determinado momento, pensando que tal vez lo que rechazan es su nombre más que su estilo, ofrece a un amigo el proyectarle un gran complejo residencial sin cobrar nada, con la única condición de que el proyecto se ejecute tal cual el lo diseñó. Sin embargo, la magnitud del proyecto y la malicia de ciertos sectores que saben que el proyecto es cosa del arquitecto obligan a su amigo a contratar otros que quieren aportar su propio sello además de las exigencias de los promotores de darle al proyecto un aspecto más “comercial”, sustituyendo los limpios muros cortina de vidrio por una amalgama de huecos individuales, balcones y ornamentación clásica sacada de contexto. El arquitecto, enojado ante lo que considera un ataque a su creación, decide dinamitar las obras. Ante su inminente juicio y condena, la prensa amarilla nuevamente arremete contra él, considerando que los genios creativos son dañinos para la sociedad debido a su indomabilidad y a la sensación de mediocridad que dejan en el cuerpo profesional. Durante el juicio, el arquitecto hace un brillante alegato en defensa de su creatividad y genio individual, que acaba cautivando a juez y jurado. Declarado inocente, el director de “The Banner” le encarga su última obra, el rascacielos más alto de la ciudad, con la condición de no volverle a ver, ya que ha descubierto toda la historia de amor entre el arquitecto y su esposa. Acto seguido se suicida, los amantes pueden casarse y el arquitecto disfruta de los honores de ver su gran obra construida y admirada.

Generalmente la profesión del arquitecto se trata muy de pasada en el cine (caso distinto son los documentales sobre arquitectos mediáticos, muchas veces promocionados por ellos mismos). Los arquitectos, o son personajes secundarios, o su profesión queda relegada a un segundo plano para enfatizar otros aspectos de la trama argumental. Sin embargo aquí la trama gira en torno a la profesión, la teoría arquitectónica moderna, su conflicto con la tradición americana, la búsqueda del poder, la libertad del acto creativo o el conflicto del genio con la mediocridad. Podríamos afirmar que es el drama sobre el arquitecto moderno; el arquitecto que, desligado de la tradición, intenta adoctrinar a la sociedad sobre las virtudes de la modernidad, transformadas aquí ya en ímpetu y genio creativo. Ya no estamos en la Europa de entreguerras que experimentaba con las vanguardias en busca de un mundo mejor; estamos en los Estados Unidos triunfantes de después de la Segunda Guerra Mundial, una nación que ha logrado salir de la Gran Depresión y empieza a convertirse en una potencia mundial que necesita expresarse también arquitectónicamente. Y la expresión arquitectónica americana desde la Gran Depresión es el Estilo Internacional, convertido ya en opción preferente frente a un “clasicismo americano” en decadencia.

Pero el clasicismo americano, a diferencia del caso europeo donde fue aplastado por una modernidad triunfante, plantó cara a la modernidad. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, el clasicismo en el continente americano se considera símbolo y garantía de las democracias emancipadas de las potencias europeas, lo que le exime de todas las connotaciones negativas asociadas al Antiguo Régimen o los totalitarismos. Este conflicto entre modernidad y tradición se refleja de forma permanente si bien no directa, oculto tras la polémica sobre la autonomía del genio creativo frente a los clientes y la sociedad. Temas como la falta de vivienda, la seguridad estructural, la desconfianza ante los nuevos sistemas constructivos (hormigón y vidrio) frente a soluciones más convencionales (estructura de acero y cerramientos de fábrica), también tienen su sitio en la trama argumental.

Con un fin claramente propagandístico de la modernidad del nuevo modo de vida americano, renovado por los artistas y genios europeos emigrados durante y tras la guerra, esta película nos ofrece un panorama de las expectativas e ilusiones del arquitecto moderno de segunda generación, que encontró el camino de la modernidad allanado para llevarla a sus más altas cotas. Sin rivales destacables por desbancados y prácticamente desprovisto de los compromisos sociales y políticos de la primera modernidad, ésta convertida en “Estilo Internacional” triunfará por el mundo durante otros veinte años, dando a luz a arquitectos como el personificado por Gary Cooper.

domingo, 20 de julio de 2008

Conversaciones en torno al clasicismo (I)

Iniciamos ahora una serie de entradas que transcriben diversas conversaciones en torno al clasicismo arquitectónico tradicional y contemporáneo. Cada entrada constará de un comentario o pregunta sobre el clasicismo, y su correspondiente respuesta, aclarando el concepto.

¿El clasicismo sí puede dar respuesta a lo que el movimiento moderno, entre otras posturas, no?

La respuesta es afirmativa, en el sentido que los errores cometidos por el Movimiento Moderno han servido a las posteriores corrientes arquitectónicas como advertencia de los peligros que tiene el considerar a la arquitectura sólo desde su vertiente funcional y maquinista.

El clasicismo pretende resolver los problemas resultantes de la Modernidad desde su óptica humanista y la puesta en valor del espacio público. Obviamente todo ello desde una filosofía arquitectónica heredera de la tratadística. Ahí es donde reside su hecho diferencial con respecto a otras corrientes actuales, en recuperar una tradición y un modo de entender la arquitectura que entronca con el ideal clásico de ciudad como espacio de vida armónica.

Con esto no quiero decir que su respuesta sea única y excluyente, sino que es una opción más dentro del panorama arquitectónico, capaz de resolver problemas de forma satisfactoria y de crear un vínculo afectivo con la sociedad que lo utiliza (cosa que por supuesto ocurre con las demás: el éxito o fracaso de una arquitectura no depende de su forma sino de su capacidad para satisfacer a la sociedad que la demanda).

domingo, 6 de julio de 2008

Diseñando un futuro sostenible

Fuente: Quinlan Terry: Designin a sustainable future.
Autor: Quilan Terry.
Traducción: Pablo Álvarez Funes

En todos nuestros debates sobre arquitectura sostenible, el mayor foco de discusión está en cómo reducir el consumo energético por parte de los usuarios del edificio que los arquitectos diseñamos. Sin embargo, esto es sólo una parte de un problema mucho mayor donde se barajan, entre otros, los siguientes parámetros:
1.- Longevidad: duración de nuestros edificios.
2.- Emisiones contaminantes en la producción de los materiales de construcción a emplear.
3.- Inercia térmica.
4.- La capacidad de reciclaje de los edificios demolidos.
5.- Dilataciones térmicas.

La tabla muestra estos parámetros arriba; en la columna de la izquierda podemos ver varios tipos de materiales y técnicas constructivas tradicionales y modernas. Déjenme hacerles una breve introducción acerca de ellos.



1.- Longevidad: No tiene sentido construir un edificio sin emisiones contaminantes en el momento de ser ocupado si sólo tiene una vida útil de unas pocas décadas, ya que el proceso de reconstrucción es muy costoso a efectos ambientales. Podemos construir una caravana con un buen aislamiento, pero si sólo dura 20 años, las consecuencias ambientales de su demolición y reconstrucción serán considerables. Podemos ver en la tabla que una estructura moderna de acero obtiene un rango C y muchos de esos edificios son demolidos tras cuarenta años. Mientras, los edificios construidos con materiales tradicionales del tipo descrito al principio de la tabla, obtienen un rango A, y con un mantenimiento normal tendrán una duración indefinida.
Por tanto demoler edificios construidos con materiales tradicionales, que pueden ser fácilmente rehabilitados, es ambientalmente dañino. La energía empleada en la demolición de esos edificios equivale (según el Instituto de Investigación de la Construcción) a 4000 galones de petróleo, suficiente para que un Ford Mondeo de la vuelta al mundo cinco veces. Estos combustibles fósiles ya han sido quemados y el CO2 ya está en la atmósfera. Así que, ¿por qué repetir el proceso?

2.- Debemos considerar los costes, a efectos ambientales, de la producción de los materiales que empleamos. Nuevamente, piedra, ladrillo, mortero de cal, pizarra y madera obtienen un rango A, mientras que el acero, hormigón armado, muros cortina de vidrio, aluminio y PVC obtienen un rango B o C. La piedra está directamente sobre o bajo la superficie y simplemente necesita ser cortada y transportada donde se requiera, mientras que la energía consumida en la producción de materiales modernos es considerable.
El doble acristalamiento, contrariamente a la opinión general, es doblemente dañino por dos razones. Primero: anima a los arquitectos a construir amplios muros cortina cuando en realidad deberían construir muros sólidos con ventanas más pequeñas; y segundo, los cierres herméticos de los dobles acristalamientos están garantizados sólo por cinco años. De esta forma el coste ambiental de reponer estos vidrios es insustituible. Incluso algunos arquitectos modernos reconocen que un muro de ladrillo con huecos horadados podría ganar a un muro cortina de vidrio a efectos de ahorro energético.

3.- Inercia térmica: Los edificios tradicionales son sólidos y pesados, mientras que los edificios modernos son ligeros y frágiles. Muchos hemos notado que cuando entramos en una iglesia tradicional italiana en verano, el edificio está agradablemente fresco; esto se debe a que la inercia térmica contrarresta las variaciones diarias y estacionales, mientras que los muros delgados y ligeros no tienen la suficiente inercia térmica para contrarrestar esas variaciones.
Todos sabemos que el aire acondicionado tiene un gran consumo energético en climas cálidos. Recientemente he construido una casa en Texas con gruesos muros de ladrillo y techos altos y hay constancia de que el consumo de aire acondicionado es considerablemente menor que con una estructura liviana con delgados muros sin inercia térmica.

4.- Capacidad de reciclaje: los edificios que hoy día duran sólo unas pocas décadas deben demolerse. La demolición produce tal cantidad de escombros que tiene que ser transportada a un vertedero autorizado, por no mencionar los problemas de deshacerse de nuevos materiales como el asbesto y refrigerados gastados. Los edificios tradicionales están construidos con mortero de cal y sus materiales pueden ser reutilizados, y el mortero de cal puede enriquecer la tierra. Antiguamente muchos edificios se construían a partir de materiales de edificios más antiguos, generalmente ladrillos, piedra y madera. Esto era necesario porque en aquellos tiempos todos los materiales debían ser transportados con carros tirados por caballos, lo cual encarecía la construcción, por lo que emplear los materiales a mano era un incentivo.

5.- Dilatación: los materiales tradicionales, ladrillo, piedra y mortero de cal son virtualmente inertes a los cambios de temperatura, por lo que tienen un rango A, mientras que los materiales modernos como hormigón armado, acero, vidrio, aluminio y PVC obtienen un rango B o C. Esto se debe a que tienen un coeficiente de dilatación tan elevado que requieren juntas de dilatación a intervalos regulares. Esta es la principal razón de su corta vida, ya que las juntas de dilatación (rellenas de materiales plásticos que se degradan con la luz solar) no pueden proteger el edificio de la lluvia y la entrada de agua.

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Nosotros los arquitectos somos en gran parte causantes del problema, que no puede ser resuelto con nuestro homenaje particular a los diagramas de flujos. Nuestros edificios, particularmente los rascacielos, son desastres medioambientales. Durante los últimos cincuenta años hemos construido ciudades dependientes en su construcción del acero, hormigón armado y plástico. No tenemos en cuenta el consumo de recursos naturales para la construcción de nuestros edificios, que cada vez son mas altos, más diáfanos y ocupan más superficie (y en consecuencia cada vez más dependientes de luz artificial, climatización, ascensores y transportes. En nuestro uso tan prolífico de petróleo y gas diseñamos edificios temporales con materiales de peor calidad que deben ser reemplazados a intervalos regulares y no pueden reciclarse. De esta forma hemos creado un entorno precario e insostenible.

¿Qué podemos hacer?

Hay una alternativa que ha demostrado su eficacia durante 4000 años, se llama Construcción tradicional: fábrica resistente, altura modesta, tejados de pizarra y tejas y ventanas pequeñas. Es bella y sostenible, es la expresión arquitectónica de toda civilización.

Pero ha sido rechazada.

Sir David King, científico jefe designado por el gobierno británico para asesorar sobre sostenibilidad, ha dicho: necesitamos un cambio completo en el diseño de los edificios, un cambio cultural en el modo de vida y uso de los recursos y un cambio radical en la actitud de los arquitectos hacia el público.

Leon Krier ha dicho: O nos hacemos a la idea de que con este sistema vamos encaminados a un suicidio colectivo, o realizamos un giro copernicano para reconvertir nuestros problemas ambientales hacia soluciones más manejables. En estas circunstancias es tanto una locura como un crimen no cambiar la situación.

No estamos diseñando coches, aviones o armamento que debe ser reemplazado cada veinte años para mantener la competitividad. Estamos diseñando un lugar mejor en el que vivir.

¿No es hora de empezar a pensar lo impensable? ¿De rechazar todo el sistema moderno de construcción y empezar a darnos cuenta que la única salida es mirar hacia atrás y redescubrir nuestro legado? Sólo entonces tendremos la posibilidad de producir un entorno que será sostenible y valioso para nuestros nietos.


Quinlan Terry

miércoles, 2 de julio de 2008

Siete malentendidos sobre la Arquitectura Clásica, por Quinlan Terry

Autor: Quinlan Terry.
Fuente: Quinlan & Francis Terry LLP
Traducción: Pablo Álvarez Funes

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Siete malentendidos sobre la Arquitectura Clásica

Intento ejercer hoy día como un arquitecto clásico, y me gusta.

He llegado a esta posición no a través de conferencias o argumentos intelectuales (fundamentalmente porque no es objeto de estudios académicos), sino tras once años de trabajo codo con codo son el gran arquitecto, Raymond Erith RA, quien falleció en 1973.

En el pasado los estudiantes de arquitectura empezaban como delineantes trabajando en los estudios y reuniéndose por las tardes para comentar sus experiencias y opiniones, que tomaban de sus maestros y de la práctica profesional a su alrededor. Hoy día, el moderno sistema de enseñanza de la Arquitectura requiere que un estudiante pase cinco años inmerso a tiempo completo en teorías académicas antes de poder comenzar una teoría propia basada en la experiencia práctica. Posiblemente a causa de este proceso de adoctrinamiento por lo que los estudiantes a menudo se plantean cuestiones de tipo teórico que para nada tienen que ver con el mundo práctico del arte de construir. Es en esta relación entre teoría y práctica lo que causa frecuentes malentendidos acerca de la relevancia de la arquitectura clásica hoy día.

Hay varios modos de malentender la arquitectura clásica y el objeto de este escrito está basado en los siete malentendidos más frecuentes:
1.- Pastiche.
2.- Funcionalismo.
3.- Nuevos tipos edificatorios.
4.- Materiales.
5.- Costes.
6.- Mano de obra.
7.- Política.

Comencemos por el primer malentendido. Uno de los prejuicos más populares es que la arquitectura clásica es un pastiche; se suele decir simplemente se reduce a copiar de los libros y grabados. Me doy cuenta que muchos historiadores están totalmente embebidos de estas ideas y, al igual que todas las personas que viven aparte de la realidad, no aprenderán hasta que empiecen a dedicarse a la práctica. Sólo aprendemos a través de la práctica.
(1)
Supongamos, por ejemplo, que nos piden diseñar una puerta al modo Palladiano. Nos dirigiremos a los Cuatro Libros de Palladio y encontramos que sólo nos indica el perfil de las molduras (1). Ninguna pista en cuanto tamaño, escala, materiales o forma de construirlas. Incluso si nos decidimos por una puerta de tres pies, seis pulgadas (aprox. 1 m) de ancho por siete pies (aprox. 2,15 m) de alto, con arquitrabe de altura un sexto del vano y entablamento encima (2-3), ¿cómo lo relacionamos con el muro? ¿Cómo convertimos las líneas de este diseño en materiales de construcción?

(2)
 
 (3)

Ahora nos enfrentamos a decisiones sobre el material de cobertura, la estructura, la puerta y su hoja, por no hablar del tratamiento al otro lado del muro. Para conseguirlo necesitamos tirar de nuestro conocimiento y experiencia, y el resultado expresará una serie de ingenios y sutilezas arquitectónicas. Y si no somos cuidadosos también podemos expresar nuestros defectos e inexperiencia. Si pensamos que una puerta de estas características no es lo suficientemente importante para su ubicación podemos añadirle un orden a cada lado e incluso un pedestal (4).


(4)

Esto nos lleva al segundo malentendido, concerniente al funcionalismo. Se suele decir que en una era democrática, la importancia de una simple puerta es desdeñable. Dejando de lado las cuestiones democráticas, todo gran edificio público debe servir a diferentes sectores sociales, y es de agradecer que la entrada principal se distinga fácilmente de la entrada del personal o la puerta para la entrada del correo. Incluso en el salón de una vivienda la puerta hacia el vestíbulo o la cocina deberá tener más relevancia que una puerta de armario. Las viejas reglas relativas a la importancia relativa (la jerarquía) de las puertas y sus arquitrabes siguen siendo útiles. Bien entendidas permiten al cliente usar el edificio y si se ignoran, como en la mayoría de los edificios modernos, debemos recurrir a símbolos y señales para orientar al público en la dirección deseada.

Por tanto podemos afirmar que una de las funciones de las molduras es enfatizar la importancia relativa de los diferentes accesos. Resulta sorprendente que las molduras, tan simples, puedan crear tal cantidad de variaciones. Al fin y al cabo sólo hay una moldura recta y otra curva. Un cavetto es una curva cóncava mientras que un óvolo es lo contrario. Una cyma recta es un cavetto seguido de un óvolo, mientras que una cyma reversa es lo contrario. Los filetes se colocan simplemente en medio. Si los unimos, dicen algo, tal vez una cornisa jónica modillonada (6).



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 (6)

Podemos preguntarnos por la razón para tal secuencia de molduras. La respuesta es que éstas se han desarrollado por causas diversas como el clima, tradición constructiva, precedentes históricos y otras influencias. Pero probablemente la más importante sea la esciografía, o el arte de proyectar sombras sobre un plano o superficie.


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Si trazamos las líneas de proyección podemos ver como el perfil de las molduras se ve resaltado por las sombras. El frente de la corona y los modillones están iluminados directamente, mientras que las curvas de cymas y óvolos entran y salen de las sombras suavemente. Podemos pensar que el sofito y el fondo están perdidos porque están totalmente en sombra. Pero curiosamente la parte superior del ábaco actúa como un reflector y envía una tenue luz hacia el sofito por reflexión. De igual modo, en un capitel toscano el ábaco cuadrado proyecta una sombra sobre los elementos circulares inferiores. Asimismo se produce una reflexión en lo alto del equino que enfatiza la forma. Esta combinación de sombras suaves y fuertes está provocada por las formas geométricas simples del ábaco cuadrado soportado por un equino circular.

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Hemos comentado el papel de la luz, luz natural, sobre sólidos geométricos simples. Resulta un placer para la vista y nos hace sentir bien; placeres simples causados por elementos naturales y para nada dependientes de luz artificial y el consumo energético. La arquitectura clásica viene de un mundo natural que valoraba la luz y el aire mucho más que nosotros porque en aquella época no había luz o ventilación artificial para resolver problemas constructivos y proyectuales.

De esta forma, a la hora de planificar una vivienda, es de sentido común colocar la puerta principal en el centro, tras la cual se situarían el vestíbulo y la escalera. Asimismo podría haber un salón a un lado y una cocina al otro. Las ventanas irían al centro de las estancias, con un hueco de área un poco más de un décimo de la superficie en planta, permitiendo que el edificio no sea ni muy frío en invierno ni muy caluroso en verano. También podemos desarrollar dispositivos que suavicen la luz que entra a la estancia. La chimenea debería estar en los extremos, bajo los mojinetes; y la cubierta, por supuesto, inclinada. La primera planta sería prácticamente igual, con dos dormitorios y un armario en el rellano. El alzado se proyectaría como el natural y funcional reflejo de la planta (9).


(9)

Este es un sencillo ejemplo de una planta contrastada, usada durante siglos y todavía capaz de triunfar ella sola en los ámbitos funcionales. Esta planta permite infinitas variaciones y adiciones, de forma que en la actualidad se puede colocar un cuarto de baño en la primera planta, o ampliar la planta baja con estancias adicionales. Se trata por tanto de un método de construir y proyectar que puede adaptarse por sí mismo a los cambios sin sacrificar sus principios.

Esto nos lleva al malentendido tercero: los nuevos tipos edificatorios. En cierta ocasión me preguntaron como puedo incluir en la tradición clásica a aeropuertos, aparcamientos en altura, fábricas y oficinas.

He de admitir que el arquitecto no tiene respuestas predeterminadas y deberá iniciar un gran proceso reflexivo. Pero si Bramante no hubiera estudiado la yuxtaposición del tempo circular pagano con la basílica Cristiana primitiva, no tendríamos la Iglesia tipo del Renacimiento con San Pedro de Roma como su principal representante. Bramante abordó un problema nuevo sobre la bien conocidas trayectoria de los principios clásicos y a partir de ellos produjo un tipo edificatorio completamente nuevo y exitoso. ¿Acaso no hay hoy día una oportunidad, y un cambio, para abordar nuevos problemas desde los viejos principios, en lugar de abordarlos desde el deseo casi pueril de crear desde la nada?

De hecho cada problema, incluso un invernadero a un lado de una vivienda, es un problema nuevo. El resultado arquitectónico depende de lo que esté en la mente del diseñador. Continuaré hablando sobre lo que hay en la mete del diseñador un poco más adelante.

El cuarto malentendido es sobre los materiales. Frecuentemente me preguntan por qué no uso materiales modernos. Antes de responder a esa pregunta, hagamos una pequeña lista de materiales de construcción nuevos y viejos.

Piedra Caliza
Mármol
Mortero de cal
Ladrillos, baldosas y tejas de arcilla
Pizarra
Piedra Arenisca

Hormigón de cemento Pórtland
Acero
Hormigón Armado
Piedra Artificial
Hormigón pretensazo
Ladrillos de silicato
Acero inoxidable
Aluminio
Plásticos laminados

Ahora no voy a ocultar que admito haber usado varias veces materiales de debajo de la lista, pero casi siempre ha sido por su bajo precio a corto plazo. No hay duda de que, aparte de su apariencia y bajo coste, los materiales de debajo de la lista tienen una vida más corta que los que están en la parte superior.

Esto implica que si empleamos materiales modernos tendremos costes de mantenimiento más elevados que con los tradicionales. Hay ejemplos significativos como materiales usados para techar que tienen menor garantía que la mayoría de las máquinas de aire acondicionado; pero dejando eso aparte, merece la pena reseñar que Hope Banegal, jefe del Instituto de Investigación de la Edificación, advirtió que los mejores materiales de construcción son prácticamente inertes, y que el gran defecto de los materiales modernos es su alto coeficiente de dilatación, como se muestra en esta tabla (10).


(10)


Esto significa que su dilatación y contracción diaria y estacional es tal que las juntas de dilatación son necesarias. Incluso los modernos muros de ladrillo necesitan juntas de dilatación cada 30 pies (aprox. 9 m). Esto acaba por disgregar la naturaleza monolítica de cualquier estructura en pequeños volúmenes aislados con juntas de dilatación. La climatología y el desgaste en estas juntas es una debilidad a largo plazo, mientras que la fábrica tradicional no tiene ninguno de estos problemas al ser los morteros de cal en vez de cemento. Pensemos en el Panteón de Roma, construido con ladrillo y mortero de cal. Tiene un diámetro de 142 pies (aprox. 43,25 m) y se ha mantenido en pie durante casi dos mil años. Ninguna estructura de hormigón armado aguantaría tanto porque una vez que el aire y la humedad penetran en la armadura, no hay nada que pueda inhibir permanentemente su colapso. ¡Ni siquiera sería una buena ruina!

Por supuesto que los materiales modernos, materiales con altos coeficientes de expansión, tienen su uso para edificios efímeros, como pabellones de exposición y fábricas, pero a menudo su atractivo viene determinado por su bajo coste.

Realmente esto es la esencia del quinto malentendido, los costes, y cualquier ecuación que tenga en cuenta el presupuesto deberá estar relacionada con el mantenimiento y la durabilidad. Si el bajo coste se ha relacionado correctamente con la vida del edificio, el cliente normalmente preferirá la solución más duradera. Una caravana será más barata que una casa bien construida, pero en veinte años (el tiempo que se tarda en pagar la hipoteca), la casa se ha revalorizado mientras que la caravana ha perdido gran parte de su valor. Generalmente, esta forma de economizar a corto plazo ha sido aceptada como una razón contra el uso de soluciones más tradicionales.

Hemos construido en Londres un gran edificio de oficinas con materiales y técnicas tradicionales. Fue por razones de conservación patrimonial, y el cliente estaba preparado para pagar más por ello; pero de hecho costó ligeramente un poco menos por pie cuadrado en comparación con otros edificios de oficinas construidos al mismo tiempo. Es más, precisamente por tener una proporción Georgiana de huecos con respecto al muro no necesitó aire acondicionado, reduciendo considerablemente el presupuesto.

El cliente moderno no necesita solo un bolsillo sin fondo y poca memoria, además necesita un suministro exorbitante de combustible para mantener el confort del edificio. En el pasado los recursos eran escasos y los edificios mostraban un sentido de la moderación que brilla por su ausencia hoy día en las grandes fachadas de vidrio que nos son tan familiares. La verdadera cuestión es si el artículo diseñado tiene una buena relación calidad-precio.

La relación calidad precio nos lleva al malentendido sexto, sobre la mano de obra. La gente me pregunta cómo puedo encontrar mano de obra para este tipo de trabajos hoy día, como si los hombres no pudieran o no quisieran desarrollar trabajos especializados. La verdad es que donde es necesario que se haga un buen trabajo hay hombres dispuestos a hacerlo. Nunca hemos tenido dificultad en obtener mano de obra cualificada; preparamos los detalles a escala real y especificamos calidades, y asegurándonos un constructor serio que lleve la obra no se suelen necesitar más explicaciones. Lo mismo ocurre con yeseros, albañiles, pizarreros, canteros e incluso tallistas o caldereros. Generalmente, encuentro que cuanto más intrincado sea el detalle, más dispuesta está la mano de obra a hacer el trabajo.

Creo que el obrero es malinterpretado por todos menos por el mismo. Sin embargo, no hay diferencia fundamental entre la mano de obra, el arquitecto o los contratistas. Son todos hombres creados a la imagen de Dios con necesidades y aspiraciones. Pero he notado que somos menos codiciosos cuando hacemos trabajos que nos gustan; y al final del día podemos ir a casa y pensar sobre ello, volviendo al día siguiente con las ganas de llegar un poco más lejos con nuestro trabajo. He escuchado esto de tantos obreros que debe ser verdad; es el aburrimiento de un trabajo repetitivo, un trabajo que no requiere nada de uno mismo, un trabajo para una mente vacía. Y una mente vacía es peligrosa pues se llena pronto de pensamientos que ningún experto industrial puede controlar, lo que nos lleva al último malentendido.

El séptimo malentendido es sobre las implicaciones políticas. Frecuentemente se dice que hay implicaciones políticas en el clasicismo. Que al haber sido usado por Mussolini es una expresión del fascismo; o que por haber sido adoptado por Moscú un tiempo después de la Revolución es un símbolo del socialismo. La verdad es que el clasicismo es exponente de la sociedad que lo emplea, al igual que el rostro de un hombre o una mujer expresa lo que hay en su corazón. Históricamente ha sido la expresión de diversos regímenes políticos y religiosos como la Roma Republicana e Imperial, la capitalista Florencia de los Médici, la corrupción de los papas Borgia, el espiritualismo manierista de Miguel Ángel, la Reforma Protestante en la Inglaterra Palladiana, el Rococó de la Contrarreforma en Baviera y España, la simplicidad Piadosa de los Disidentes en Inglaterra y América, y el orgullo autoritario de los Victorianos. Aunque las influencias espirituales, políticas, materiales y temporales se cristalicen en piedra y madera, y sean expresadas en formas clásicas, la gramática clásica permanece neutra; como la pintura sobre la paleta del artista.
Quinlan Terry